lunes







El sueño: conocer una lengua extranjera (extraña) y, sin embargo, no comprenderla: percibir en ella la diferencia, sin que esta diferencia sea jamás recuperada por la socialización superficial del lenguaje, comunicación o vulgaridad; conocer, refractadas positivamente en una lengua nueva, las imposibilidades de la nuestra; aprender la sistemática de lo inconcebible; deshacer nuestro "real" bajo el efecto de otras escenas, de otras sintaxis; descubrir posiciones inauditas del sujeto en la enunciación, trasladar su topología; en una palabra, descender a lo intraducible, sentir su sacudida sin amortiguarla jamás, hasta que en nosotros todo el Occidente se estremezca y se tambaleen los derechos de la lengua paterna, la que nos viene de nuestros padres y que nos convierte, a su vez, en padres y propietarios de una cultura que precisamente la historia transforma en "naturaleza". Sabemos que los conceptos principales de la filosofía aristotélica han sido de alguna manera forzados por las principales articulaciones de la lengua griega. Por el contrario, cuán beneficioso sería trasladarse a lo largo de una visión de las diferencias irreductibles que pudiera sugerirnos, como por vislumbres, una lengua muy lejana

Roland Barthes
El imperio de los signos

SIGNOS
Intervención urbana